A veces el monte es mucho monte,
impone su ley de espesura inextricable, se hace arisco al hombre y alza su
escudo vegetal como una membrana que es preciso romper para poder avanzar.
Cuando no hay tiempo para andarse con rodeos, hay que abrirse paso, romper el ramaje
como lo hacen los jabalíes en fuga. No hay alternativa si lo que queremos es
cazar, avanzar con los perros en la espesura de la mancha, echarle un pulso a
la sierra, llegar al agarre. Los zahones
son el escudo protector, la piel inventada que viste las piernas indefensas del
hombre de monte. En la muerte a cuchillo, su cuero tiznado por las jaras - o
manchado de sangre – siempre es testigo de cargo.
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