martes, 6 de enero de 2015

La bala




La bala es velocidad dormida y enfundada en plomo. Acompaña inseparablemente al montero como un perro de metal. Su vida es un letargo al que la pólvora pone fin. En la bala todo se conjuga para hacer volar al plomo en un vuelo rectilíneo que sólo la distancia y el viento curva.


La bala normalmente hace muchos kilómetros con nosotros. Su momento puede tardar años en llegar, pero está ahí, esperándola como un amante fiel. Su llegada – la del instante que la justifica - suele ir precedida de una ladra, de una rama que se quiebra al pasar, del vuelo de un arrendajo. Entonces la bala despierta para forjar un lance indeleble o para hacerse un hueco en el baúl insomne donde el cazador guarda sus errores. Todo depende de la caricia más o menos oportuna del dedo índice sobre el gatillo.

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