Os dejo el primero de una serie de textos cortos que escribí para la
revista de la Sociedad de Caza y Pesca “Segontia” (www.segontia.es) dedicados a varios elementos
imprescindibles en toda montería
Con
su vestido ceñido, una
silueta turgente y su cuerpo más o menos macizo, el chorizo nos cautiva
con su alma de pimentón y su sabor a bocadillo escolar. El cuchillo,
el
fuego, o el agua hirviente de un puchero
son su destino último. Al amor del pan, nos acompañó en nuestras
primeras
jornadas de caza y nos ha seguido fiel, temporada a temporada; y así
seguirá –
Dios mediante- hasta que el colesterol nos saque la tarjeta roja.
Mucho antes que el plástico, que
el papel de plata, que los envases al vacío, el hombre hizo de la tripa del
cerdo el envase perfecto para el chorizo, pues se podía comer en una deliciosa
confusión de continente y contenido. A
día de hoy, no conozco ningún cazador que no le tenga arrimo y ninguna montería
en la que no se cuele; que todavía están por inventar las monterías
vegetarianas.
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