martes, 6 de enero de 2015

El factor humano (15 de noviembre de 2014)

Le plagio el título a la novela de Graham Greene para traer a este diario un tema al que no le damos la importancia que merece: la concentración en la caza. Todos hemos visto a Rafa Nadal fallando bolas fáciles, cediendo juegos tras encadenar una serie absurda de fallos y luego, en el pequeño descanso entre juego y juego, comerse un plátano, echar un trago de agua, perder la mirada en un ejercicio de introspección  y salir a la pista y remontar el partido. Él mismo lo dice: “Cuando el partido es difícil tengo que poner doble de ilusión y doble de pasión”.   

En la caza sucede exactamente lo mismo. Hoy, sin ir más lejos, he tenido un nefasto comienzo de jornada encadenando una serie de fallos sobre conejos que habitualmente acaban en el morral; y es que hoy mi cabeza estaba en otro lado. Andaba disperso, pensando en cosas ajenas a la caza, sin centrarme en el momento que estaba viviendo, sin sentir esa vibrante pasión cinegética que a los cazadores nos da ese plus de rapidez y puntería. Y así, como podéis ver, no hay forma.

 Tras este birrioso arranque de jornada, decidí hacer como Rafa. Volví al coche, dejé el jersey que me estaba dando calor, me comí dos mandarinas, eché un trago de agua y después de unos minutos volví a la “cancha” dispuesto a remontar el partido. Mano de santo. A partir de ahí, volví a ser el que suelo ser y comencé a hacer justicia al extraordinario trabajo que estaban haciendo mis perras, Gracias a que ayer el campo estaba generoso, remonté una jornada que había comenzado cuesta arriba. Lástima que con la cámara no estuviera tan fino como con la escopeta pues sólo grabé el último conejo que me sacó Jara de unos romeros. Un conejo muy largo que paró su carrera en seco con un Trust de 6ª de 26 gramos. Una vez más, la rivalidad entre las perras impide que me traigan el conejo y tengo que ir yo a por él. Es un peaje cuyo pago he asumido.

 Al final, media docena de conejos acabaron en el morral en una nueva mañana fantástica de caza donde aprendí que, en el campo, los problemas se deben de quedar como el coche, bien aparcados. Y hay que estar a lo que hay que estar.

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