Le
plagio el título a la novela de Graham Greene para traer a este diario un tema
al que no le damos la importancia que merece: la concentración en la caza.
Todos hemos visto a Rafa Nadal fallando bolas fáciles, cediendo juegos tras encadenar
una serie absurda de fallos y luego, en el pequeño descanso entre juego y
juego, comerse un plátano, echar un trago de agua, perder la mirada en un
ejercicio de introspección y salir a la
pista y remontar el partido. Él mismo lo dice: “Cuando el partido es difícil
tengo que poner doble de ilusión y doble de pasión”.
En
la caza sucede exactamente lo mismo. Hoy, sin ir más lejos, he tenido un
nefasto comienzo de jornada encadenando una serie de fallos sobre conejos que
habitualmente acaban en el morral; y es que hoy mi cabeza estaba en otro lado.
Andaba disperso, pensando en cosas ajenas a la caza, sin centrarme en el
momento que estaba viviendo, sin sentir esa vibrante pasión cinegética que a
los cazadores nos da ese plus de rapidez y puntería. Y así, como podéis ver, no
hay forma.
Tras
este birrioso arranque de jornada, decidí hacer como Rafa. Volví al coche, dejé
el jersey que me estaba dando calor, me comí dos mandarinas, eché un trago de
agua y después de unos minutos volví a la “cancha” dispuesto a remontar el
partido. Mano de santo. A partir de ahí, volví a ser el que suelo ser y comencé
a hacer justicia al extraordinario trabajo que estaban haciendo mis perras, Gracias
a que ayer el campo estaba generoso, remonté una jornada que había comenzado
cuesta arriba. Lástima que con la cámara no estuviera tan fino como con la
escopeta pues sólo grabé el último conejo que me sacó Jara de unos romeros. Un
conejo muy largo que paró su carrera en seco con un Trust de 6ª de 26 gramos.
Una vez más, la rivalidad entre las perras impide que me traigan el conejo y
tengo que ir yo a por él. Es un peaje cuyo pago he asumido.
Al
final, media docena de conejos acabaron en el morral en una nueva mañana
fantástica de caza donde aprendí que, en el campo, los problemas se deben de quedar
como el coche, bien aparcados. Y hay que estar a lo que hay que estar.
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