El rifle es la evolución lógica
de la lanza, su forma del siglo XXI, una lanza que alcanza distancias
kilométricas con una precisión que sólo el viento o el pulso del montero
contrarían. Su punta ha ganado en velocidad lo que ha perdido en tamaño; se ha
convertido en un pequeño trozo de plomo que ya no necesita de filos – por la velocidad de su vuelo- y que tiene un solo uso.
De sus formas, calibres y variantes mecánicas
ya está escrito casi todo. El montero suele ser caprichoso y con tal de afinar
su puntería rinde pleitesía a una miríada de calibres, grains y pólvoras. Tan
es así, que muchos monteros guardan en sus armeros los rifles como si fueran
pequeños dioses de madera y metal, hasta convertirlos en secreto objeto de un culto
cinegético y politeísta.
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