Hará cosa de tres años, mi buen
amigo Manuel Pedrosa tuvo la ocurrencia de celebrar, entre un grupo de amigos a
quienes nos gusta “cazar a la antigua”, lo que él vino a llamar la I Jornada de
Cacería Clásica Española. Así, en
diciembre de 2013, nos juntamos por tierras manchegas para echar un día de
cacería, vestidos como lo hacían nuestros abuelos, con las mismas escopetas
centenarias con las que ellos cazaban y con perros propios del ruedo ibérico:
básicamente podencos y algún pachón.
El fin de semana pasado
celebramos, en Villahermosa (Ciudad Real) la II Jornada de la Cacería Clásica,
nombre pomposo y con cierta retranca, que en realidad sirve de excusa para
juntarnos un grupo de amigos con afinidades y gustos parejos. Esta vez, una
avanzadilla, nos fuimos el viernes por la noche. Dormimos – por llamarlo de
alguna manera- en un cortijo en medio de la manchega llanura que de calor no
tenía más que el vago recuerdo de algún verano lejano. Con la sola calefacción
de una chimenea lejana e insuficiente, nos metimos en la cama demasiado tarde y
con más frío que un perro pequeño.
Al día siguiente llegaron el
resto de “los Clásicos” y nos pusimos a cazar, haciendo dos grupos distintos,
para repartirnos proporcionadamente por el coto.
La finca era muy bonita de cazar
pues combinaba cerros, llanos, junqueras y olivares en una proporción adecuada,
permitiendo a la caza sujetarse y dar ocasión a lucimiento de perros y
escopetas. En lo que a mí toca, estuve fallón y lo estuve por dos motivos: ya
no estoy acostumbrado a cazar con paralelas y menos aún del calibre 12 y,
además, la escopeta que llevaba falló en varias ocasiones soltando los dos
tiros a la vez. Llegué a abatir un par de
perdices con 64 gramos de plomo… eso no es “fair play”. Después del
taco, me dejaron probar una Auto 5 del calibre 16, una de las primeras – si no
la primera- semiautomáticas que se hicieron. Con esa escopeta me sentí más
cómodo aunque también cometí, como podréis ver, algún fallo de bulto.
Del sábado, más que con la
escandalosa percha que conseguimos, me quedo con el compañerismo, con la
amistad, con el buen gusto que deja saber que en la caza se cuecen amistades
que crecen con el tiempo.
Con la cuadrilla de “Los
Clásicos” vino un amigo fotógrafo, Fernando Morales, que además de aguantar con
estoica elegancia nuestra charla monotemática sobre escopetas y caza, estuvo
con nosotros peleando cerros, cámara en mano, para regalarnos un puñado de
fotografías, como las que acompañan esta entrada, que quedarán para siempre en
nuestra memoria, para hacer todavía más inolvidable este día de caza.
Os dejo el vídeo resumen de la jornada
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