Como me quedaba un día libre de
las vacaciones del año anterior, me “dejé liar” por unos buenos amigos para ir
con ellos a un coto en Borox (Toledo). A pesar de estar en pleno temporal de
frío, viento y nieve, pusimos rumbo a tierras toledanas, porque a cazar hay que
ir “aunque haga bueno”.
Como podréis ver en el vídeo, los
tres primeros conejos se fueron sin tirar. Quizá me pase de precavido, pero
siempre intento minimizar los riesgos. Los podencos son rapidísimos y un
pequeño error puede tener funestas consecuencias, así que, en caso de duda, más vale siempre
que el conejo se vaya sin disparar.
Nos costó dar con las perdices
pero cuando dimos con ellas nos divertimos de lo lindo. A pesar de ser perdices
de granja, su comportamiento, en general, no fue el propio de gallinas imbéciles,
sino que dieron su juego. Eso suele ser fruto de una buena gestión previa. Además,
como podréis ver, la mayoría de las perdices las tirábamos de pico, pues cogían
de popa el viento que nosotros llevábamos de cara, y conseguían alcanzar con su
vuelo velocidades de vértigo que hacían los tiros más complicados.
De este día me quedo con algunos
lances, con el buen trabajo de los podencos, como la “Fina” de Jesús, que hace
honor a su nombre y en el campo no da puntada sin hilo; o “Tuya”, de José, que
es una auténtica máquina de cobrar.
También recordaré que, al
finalizar la cacería, nos quitamos el frío del cuerpo con unas judías pintas
acompañadas de guindillas y con unos huevos fritos con chistorra, que pusieron
el punto y final a este magnífico día de caza entre cuatro buenos amigos.
¿Se puede pedir más?



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