La belleza tiene sus distancias, eso debiera ser cosa
sabida. El impresionismo de Manet no puede apreciarse con la nariz pegada al
lienzo. Es necesario dar unos pasos hacia atrás, los justos para que nuestra vista
consiga que amarillos, ocres y azules, se hagan frutos de un bodegón o perfilen
un paisaje marino.
En la caza hay " estratagemas, astucias, insidias, para vencer a su salvo al enemigo; padécense en ella fríos grandísimos y calores intolerables; menoscábase el ocio y el sueño, corrobóranse las fuerzas, agilítanse los miembros del que la usa, y, en resolución, es ejercicio que se puede hacer sin perjuicio de nadie y con gusto de muchos" El Quijote (Capítulo XXXIII)
jueves, 26 de febrero de 2015
martes, 24 de febrero de 2015
El Goliath canijo
Cuando me dejaron a Dalí para que lo cuidara durante los quince días en los que sus dueños estaban fuera de la ciudad, mi conocimiento sobre los teckels se reducía a lo que de ellos había escuchado en boca de otros cazadores y a algún artículo que había leído en las revistas de caza que mi dentista, fundamentalista de la caza, tenía en la sala de espera.
viernes, 20 de febrero de 2015
Caza y toros
Pongo pie con estas palabras en
un jardín del que no sé si saldré sin daño pues parece una paradoja
irresoluble ser cazador y, al tiempo, condenar la fiesta de los toros. Eso es
zarza de mucha espina, tercio de banderillas del que no escaparé sin algún
chicotazo en las costillas. Las veces que me he atrevido a decirlo en público
me han hecho callar por ser, por mi afición a la caza, también yo un matador;
peor aún, pues la muerte que yo doy viene empañada por la distancia que pone la
pólvora, que no tiene nada que ver con el duelo más equilibrado que existe entre
el pitón y el estoque. En pocas ocasiones me han dejado ir más allá, por eso
ahora que tengo la palabra de mi mano quiero dejar escrito el porqué de mi
mucho atrevimiento.
jueves, 19 de febrero de 2015
Fortu (Afortunado)
A mi primo Javier
No me pregunten la razón, porque ni yo, ni ningún perro de
los que nacemos con afición, sabría explicar qué arcana urdimbre genética nos
lleva tras las huellas de la caza. Basta con pisar un olivar o un rastrojo;
sobra con oler las hojas pegajosas de las jaras, para que algo dentro se
active, un automatismo predador al que nos entregamos con la misma pasión con
la que buscamos comida cuando hay hambre; la espalda de las perras, cuando toca
a rebato el campanario del celo; o la mordida brutal, cuando otro macho nos
tienta de más.
El mundo al revés (19 de mayo de 2004)
Nocturno
(Rafael Alberti)
Mientras escribo este artículo el Valencia C.F. va ganando
2-0 al Olympique de Marsella en la final de la Copa de la UEFA, los monumentos
de Madrid se engalanan de violetas y ocres para el acontecimiento del siglo;
Pertegaz afirma rotundo que la novia está encantada con el traje; se siente el
pálpito de júbilo porque Madrid puede ser sede olímpica. La terrible inmensidad
de lo simultáneo me dice al oído que todavía andan calientes los cadáveres de
cuarenta y un iraquíes masacrados por la aviación norteamericana mientras
celebraban una boda y diez cadáveres palestinos nunca comprenderán por qué los
Black Hawck del ejército israelí – palomas negras de la paz de Sharon-
dispararon sus misiles contra una muchedumbre que se manifestaba sin más armas
que sus gargantas.
miércoles, 18 de febrero de 2015
Comer la caza
La
razón primera de la caza hay que buscarla en un estómago vacío. El ayuno hizo
afilar las piedras, consiguió convertir el brazo y la tensión de la madera
arqueada en potencia elástica para que piedras y flechas se hicieran
arrojadizas. El hambre parió la astucia que hizo la primera sangre y sirvió
para dar de comer a la tribu. La vuelta a casa con la presa al hombro era
sinónimo de fiesta, de hogueras que se encendieron para inventar la cocina. Ya
lo decía Manuel Vázquez Montalbán. “Cocinar es un tránsito cualitativo casi
siempre con la ayuda del fuego”.
viernes, 13 de febrero de 2015
Armer ohne Name (pobre "sin nombre")
El Dr. Wolfgang Fischer
vive en Berlinstr. número 20, en una casa con jardín, en la colina que queda al
otro lado de los puntos de amarre que el puerto de Flensburg (Alemania) tiene
para los mercantes más grandes. Desde el zaguán de la entrada se puede ver el
trasiego de colores de los barcos pesqueros que navegan por las aguas oscuras
del Báltico; también, varias veces al día, los bueyes tercos de los
ferrys, que hacen el viene y va de la ruta que une Alemania y Dinamarca con
su inevitable carga de pasajeros borrachos de la cerveza sin impuestos que se
sirve a bordo.
martes, 10 de febrero de 2015
Los lobos del terror
Homo
homini lupus. Plauto (Asinaria, 495)
Comienzo estas líneas pocas horas
después de los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004. La matanza está
hecha y la sangre seca e inútil de muchos cadáveres no hay forma ni ganas de
borrarla del recuerdo. La rabia y el dolor son ahora el único argumento. Un río
de odio comienza a correr por las calles de la ciudad; es la gota fría que
viene de la muerte. Los lobos del terror han reventado trenes para sembrar los
andenes con flores de sangre.
lunes, 9 de febrero de 2015
La maldición de los cuquilleros
mí me gusta cazar con perro.
Pienso que el cazador sólo va entero si tiene al perro con él. Aunque alguno no
lo crea, cazador y perro, durante la caza, pierden la mitad de la sustancia
cuando el otro falta, por ser dos que se hacen uno solo al olor de jaras y
aulagas. También digo que hago esencial el tiro y que, para serlo, ha de tener
algún decoro, bien porque la distancia sea mucha, el movimiento rápido, o el
tiempo para hacerlo casi no exista.
A perdices y conejos en Borox (Toledo) (4 de febrero de 2015)
Como me quedaba un día libre de
las vacaciones del año anterior, me “dejé liar” por unos buenos amigos para ir
con ellos a un coto en Borox (Toledo). A pesar de estar en pleno temporal de
frío, viento y nieve, pusimos rumbo a tierras toledanas, porque a cazar hay que
ir “aunque haga bueno”.
lunes, 2 de febrero de 2015
De vuelta al 12 (Domingo 1 de febrero de 2015)
Nuevo día perdices de suelta.
Estos días sirven para no tocar más el resto del coto y darle tregua al campo
después de una larga e intensa temporada. También para tener la esperanza, seguramente
vana, de que las perdices sobrevivientes puedan aprender a vivir en libertad y
sortear el hambre de los muchos depredadores que las están esperando. Esa
ilusión no hay que perderla por mucho que uno la mire de reojo.
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