Los hechos son los siguientes: a primeros del pasado mes
de noviembre de 2004, durante una batida de jabalíes, un grupo de cazadores de
la localidad de Urdos, en el Pirineo francés, mató a “Cannelle”, la última osa
autóctona en edad fértil que sobrevivía en los Pirineos. La muerte se produjo
cuando la osa atacó a perros y a cazadores al ver en éstos una amenaza cierta
para su cachorro de diez meses.
Unos días antes, muy lejos de los
Pirineos, en la región de Covasna, al
pie de los Cárpatos rumanos, el rey de España D. Juan Carlos I mataba
nueve osos y un lobo en una cacería. La prensa rumana protestó airadamente ante
lo que consideró un exceso de lujo y muerte de la partida de caza del monarca
español. Poco después, al hilo de la polémica desatada, la empresa Aies
Hunting, que organiza cacerías en el suroeste de Transilvania, hizo pública una
lista de personajes famosos que habían participado en este tipo de cacerías.
Poco importa ya, que la aberrante
muerte de la Cannelle fuera fruto de una negligencia inexcusable de las
autoridades francesas al autorizar una batida de jabalíes en zona osera. Ahora,
de nada sirve que en los Cárpatos haya osos suficientes como para que, a golpe
de talonario, el rey apriete de más el gatillo. El hecho de que la muerte de un
oso –precisamente un oso- a manos de un cazador ocupe los periódicos, es echar
carne muerta a la buitrera de los que sólo nos ven como ejecutores. Y es así,
porque el Cuarto Poder es único generando estereotipos, maneja a capricho los
estados de opinión y demuestra una habilidad indiscutible a la hora de redactar
condenas sin juicio previo.
Creo que la concurrencia de una
eximente, como la legítima defensa del cazador – en el caso de Cannelle-; o la
legalidad de la conducta - si hablamos de la montonera de osos de los Cárpatos
- son circunstancias que a estas alturas ya no sirven ni para justificar la
muerte, en el primer caso, ni para legitimar las formas, en el segundo. Esto,
como digo, obedece en gran parte a automatismos sociales heredados, que
consiguen, por ejemplo, que la imagen de Cannelle puesta en pie para defender a
su osezno casi la veamos como una secuencia de dibujos animados y que la osería
en los bosques rumanos tenga un indeleble tufo feudal.
Dice el refranero que además de ser bueno hay que
parecerlo. Nosotros, los cazadores, lo tenemos complicado, porque unas veces no
lo somos y otras no nos dejan serlo. Estamos siempre en el absurdo baile: un
paso adelante y dos hacia atrás. Yo creo
que la plena aceptación social de la caza tiene mucho de quimera; pero si vamos
detrás de las perdices, por qué no hacerlo también detrás de los sueños. Hoy,
el fantasma de Cannelle nos apunta con el dedo y los muertos de Covasna
consiguen que baje la mirada. Además de cartuchos, es hora de meter en la
canana también un poco de sentido común, dejar de hacer el oso, y rezar para
que los dioses mediáticos se apiaden de nosotros. Amén.
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