viernes, 6 de marzo de 2015

Hacer el oso (Enero 2005)



Los hechos son los siguientes: a primeros del pasado mes de noviembre de 2004, durante una batida de jabalíes, un grupo de cazadores de la localidad de Urdos, en el Pirineo francés, mató a “Cannelle”, la última osa autóctona en edad fértil que sobrevivía en los Pirineos. La muerte se produjo cuando la osa atacó a perros y a cazadores al ver en éstos una amenaza cierta para  su cachorro de diez meses.


Unos días antes, muy lejos de los Pirineos, en la región de Covasna, al pie de los Cárpatos rumanos, el rey de España D. Juan Carlos I mataba nueve osos y un lobo en una cacería. La prensa rumana protestó airadamente ante lo que consideró un exceso de lujo y muerte de la partida de caza del monarca español. Poco después, al hilo de la polémica desatada, la empresa Aies Hunting, que organiza cacerías en el suroeste de Transilvania, hizo pública una lista de personajes famosos que habían participado en este tipo de cacerías.

Poco importa ya, que la aberrante muerte de la Cannelle fuera fruto de una negligencia inexcusable de las autoridades francesas al autorizar una batida de jabalíes en zona osera. Ahora, de nada sirve que en los Cárpatos haya osos suficientes como para que, a golpe de talonario, el rey apriete de más el gatillo. El hecho de que la muerte de un oso –precisamente un oso- a manos de un cazador ocupe los periódicos, es echar carne muerta a la buitrera de los que sólo nos ven como ejecutores. Y es así, porque el Cuarto Poder es único generando estereotipos, maneja a capricho los estados de opinión y demuestra una habilidad indiscutible a la hora de redactar condenas sin juicio previo. 

Creo que la concurrencia de una eximente, como la legítima defensa del cazador – en el caso de Cannelle-; o la legalidad de la conducta - si hablamos de la montonera de osos de los Cárpatos - son circunstancias que a estas alturas ya no sirven ni para justificar la muerte, en el primer caso, ni para legitimar las formas, en el segundo. Esto, como digo, obedece en gran parte a automatismos sociales heredados, que consiguen, por ejemplo, que la imagen de Cannelle puesta en pie para defender a su osezno casi la veamos como una secuencia de dibujos animados y que la osería en los bosques rumanos tenga un indeleble tufo feudal.

Dice el refranero que además de ser bueno hay que parecerlo. Nosotros, los cazadores, lo tenemos complicado, porque unas veces no lo somos y otras no nos dejan serlo. Estamos siempre en el absurdo baile: un paso adelante y dos hacia atrás.  Yo creo que la plena aceptación social de la caza tiene mucho de quimera; pero si vamos detrás de las perdices, por qué no hacerlo también detrás de los sueños. Hoy, el fantasma de Cannelle nos apunta con el dedo y los muertos de Covasna consiguen que baje la mirada. Además de cartuchos, es hora de meter en la canana también un poco de sentido común, dejar de hacer el oso, y rezar para que los dioses mediáticos se apiaden de nosotros. Amén.


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