lunes, 8 de junio de 2015

Llegar a viejo





si no estuviese tan oscuro a la vuelta de la esquina,

o simplemente si todos entendiésemos que todos

llevamos un viejo encima... 

( “Llegar a viejo” Joan Manuel Serrat)

Ser perro de caza y llegar a viejo es tentarle los machos al destino, comprobar que el amo no sólo anda para acariciar juventudes y que sabe estar a la altura de los años que pasan, de las canas que tiñen el morro de blanco. A mí me ha llegado el tiempo donde la espiga se agosta y el tallo ya no la aguanta firme, y no estoy haciendo metáforas, que el gusto por las hembras ya casi no lo siento si no está muy maduro el fruto del celo, y eso, como aquel que dice, son tres días. Al celo como a la caza ya sólo llego para lo justo, cumplir con la muestra y si la pieza se va alicorta o coja, dejar el cobro para los jóvenes, que si hace tiempo que dejé de estar para las liebres que sacaba de la cama, ya también me ha llegado el de no estarlo tampoco para los conejos desriñonados.
Y digo esto porque el domingo pasado se me embocó un conejo tocado por el plomo en los mismos morros y el amo se enfadó conmigo, porque me vio cerca y confió en mí y no quiso disparar de nuevo y yo no pude con el aliento y tampoco con la cuesta arriba, y me quedé ahí, como un imbécil, oliendo la boca oscura de la tierra por donde se escurrió el conejo a morir oscuramente. Eso, sin ir más lejos, la temporada pasada no hubiera ocurrido, que todavía sacaba redaños de donde no los hubiera para apretar los riñones en la cuesta arriba y sujetar al herido con los dientes. Se me amagan los belfos de la rabia que todavía siento.

Claro que también ser viejo tiene sus ventajas, porque de nariz todavía ando joven y lo vientos igual me vienen que hace diez años, cuando todavía era casi un cachorro. Y el corazón aún se me acelera si el fato es de perdiz, que por las rojas siempre sentí debilidad, quizá fuera por el tacto a la vez esponjoso y compacto que tienen entre los dientes una vez muertas; y mi cuerpo, ya gordo y más feo que guapo, todavía se esculpe en el aire, aguanta la muestra con más paciencia que nunca – el tiempo, para los viejos, corre poco a poco y las prisas ya son sólo un recuerdo- y sé que el amo se engalla delante de la cuadrilla cuando dice que fui yo el que le hizo la postura. 

- Ahí tenéis al abuelo – dice- que las muestra con el bastón

Y cuando lo que pongo es un conejo también tengo aprendida la lección. Y al romper, no le sigo, que al fin comprendí que eso mismo a muchos les salva la vida por no atreverse el amo al disparo si el perro lo late de cerca. Yo todavía guardo de la juventud dos perdigones enquistados en la oreja por pasarme de rápido y de listo. Ahora dejo que el gazapo se marche y que sea el amo quien le pare la carrera con el plomo; si anda fino, claro.

Cosa de la vejez también es eso de achararse cuando un jovencito se pone de más de gallo.  Hace ya un par de años que sé que ni mis músculos, ni mis reflejos, ni mis dientes están para pasarse de chulo, así que cuando un macho joven dice quieto y parado, así me quedo, que me falta esto para achantar el rabo entre las piernas e irme por la de atrás. Y es que cuando cambia el tiempo aún se me resienten las cicatrices de la última pelea.


Ser viejo también tiene sus ventajas. Como voy quedándome un poco sordo y un poco ciego, me hago sordo y ciego del todo también cuando me interesa y así remoloneo de más en el parque si me sacan a pasear, sabedor de que el amo ya nunca me pone una mano encima y todo lo más, queda en echar algún juramento y acordarse de un tal Job y de su paciencia, y yo no sé si la del amo es mucha o poca porque lo cierto es que a los humanos ni cuando se es perro viejo se les entiende del todo.

Supongo que no está lejos el día en el que yo también – como antes lo hicieran otros perros viejos de la perrera- desaparezca un día para no volver nunca más. Sobre todo desde que no me abandona esta tos y el aire me falta de continuo. Imagino que a ese viaje también iré de la mano con el amo. Toda la vida detrás de él sin hacer preguntas, no será yo quien ahora comience a pedirle explicaciones.
 

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