El miércoles pasado nos dejó nuestra Betty.
Se fue quedando dormida mientras le acariciaba la cabeza con mis dos manos, muy
suave, justo por detrás de las orejas, que es donde más le gustaba. El Dolethal hizo el resto.
De caza con Luis
En la caza hay " estratagemas, astucias, insidias, para vencer a su salvo al enemigo; padécense en ella fríos grandísimos y calores intolerables; menoscábase el ocio y el sueño, corrobóranse las fuerzas, agilítanse los miembros del que la usa, y, en resolución, es ejercicio que se puede hacer sin perjuicio de nadie y con gusto de muchos" El Quijote (Capítulo XXXIII)
domingo, 11 de diciembre de 2016
miércoles, 24 de agosto de 2016
El insomnio recurrente (21 de agosto de 2016)
No importa los años que llevemos
en esto, cualquier cazador duerme poco o nada el primer día de la temporada de
caza. A mí me ocurre especialmente el
primer día de caza de la codorniz. Poco
importa que hoy en día apenas queden codornices en nuestros campos, que las
perchas hayan pasado del exceso al defecto; que todo le sea contrario a esta
pequeña gallinácea que es capaz de hacer miles de kilómetros con la terquedad
de quien cumple un mandato atávico. El primer día de la temporada no duermo.
martes, 17 de noviembre de 2015
El "Click"
Si uno entiende bien el paso de
los años, termina aprendiendo a sacarle la savia a algunos momentos que antes
pasaban desapercibidos. La caza, en esto, no es una excepción. Pasadas las primeras
fiebres que exigían un tratamiento a base de muchos tiros y mucha carne muerta;
algunos cazadores, entre los que creo encontrarme, alcanzan un estado de calma
cinegética, de no demanda de una contraprestación abultada en el morral. En esta
fase, se pone el acento en el detalle, en ese maravilloso mundo cinegético al
por menor.
viernes, 13 de noviembre de 2015
Cuestionando las estrellas
Tengo para mí que esto de la perdigonada
de las escopetas de caza tiene tantas variables como estrellas el firmamento,
pues en la mayor o menor apertura de los disparos intervienen tantos factores
que no es descabellado pensar en el azar como uno de ellos. En puridad, para su
análisis deberíamos acudir a un método “ceteris paribus”, muy propio de los
economistas, que para estudiar el efecto de una variable, han de mantener
constantes las demás que intervienen en una determinada situación. Método
engañoso donde los haya pues tanto en la economía, como en los disparos de las
escopetas de caza o tiro, intervienen tantas variables de manera simultánea que
volverían loco al matemático más ducho en resolver ecuaciones de muchas
incógnitas.
martes, 3 de noviembre de 2015
Primeras jornadas, primeras impresiones
Tras las primeras salidas al
campo, uno está en condiciones de sacar las primeras conclusiones de lo que
puede dar de sí esta temporada. En mi bola de adivino claramente veo que será
un mal año de perdiz y que, una vez más,
más de un día acabaremos acudiendo a ese sucedáneo emplumado que se compra a
tanto el ejemplar. Quiero pensar que con las perdices no me sucederá lo mismo que
con las truchas, que de tanto pescar truchas adocenadas y sin pintas rojas, le
perdí el gusto a la pesca y a la delicia de soledad que es manejar la
cucharilla en las aguas limpias de un río truchero.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
La ilusión recurrente.
Si una muesca faltaba en mi
revólver de cazador, es la que se hace cuando consigues sacar adelante una
camada de tu mejor perra de caza. Por distintas circunstancias no he podido
cruzar las perras que hasta ahora he tenido pero, por fin, Júpiter y Saturno se
han alineado y esta primavera me ha
traído una de las mejores manzanas que un cazador puede morder: cuatro
cachorros: tres hembras y un macho, que salieron del vientre fecundo de mi
Pepa, una podenca completísima que me regaló mi amigo Manuel Pedrosa.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
De caza con Idéfix
Ser perro en una aldea gala no es
tarea fácil, al menos en los tiempos que corren, que los romanos han
conquistado toda la Galia menos nuestro pueblo y están como locos por flamear
su SPQR en la tienda de Abraracúrcix, que es el jefe de la aldea. Aunque
supongo que de todos es conocida, mi historia es la de un perro en una aldea
gala en el año 50 a.c.; mi dueño, Obelix, es un repartidor de menhires que de
pequeño se cayó en la marmita donde Panorámix, el venerable druida, preparaba
la celebérrima pócima que concede a los de mi aldea una fuerza sobrenatural; y
claro, lleva los menhires como si fueran cacahuetes y para cazar los jabalíes
que tanto le gustan, no necesita más perros de agarre que sus propias manos,
que los pobres ni chistan cuando les echa mano a la garganta.
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