domingo, 11 de diciembre de 2016

Hasta siempre, vieja.




El miércoles pasado nos dejó nuestra Betty. Se fue quedando dormida mientras le acariciaba la cabeza con mis dos manos, muy suave, justo por detrás de las orejas, que es donde más le gustaba.  El Dolethal hizo el resto.

miércoles, 24 de agosto de 2016

El insomnio recurrente (21 de agosto de 2016)



No importa los años que llevemos en esto, cualquier cazador duerme poco o nada el primer día de la temporada de caza.  A mí me ocurre especialmente el primer día de caza de la codorniz.  Poco importa que hoy en día apenas queden codornices en nuestros campos, que las perchas hayan pasado del exceso al defecto; que todo le sea contrario a esta pequeña gallinácea que es capaz de hacer miles de kilómetros con la terquedad de quien cumple un mandato atávico. El primer día de la temporada no duermo.

martes, 17 de noviembre de 2015

El "Click"



Si uno entiende bien el paso de los años, termina aprendiendo a sacarle la savia a algunos momentos que antes pasaban desapercibidos. La caza, en esto, no es una excepción. Pasadas las primeras fiebres que exigían un tratamiento a base de muchos tiros y mucha carne muerta; algunos cazadores, entre los que creo encontrarme, alcanzan un estado de calma cinegética, de no demanda de una contraprestación abultada en el morral. En esta fase, se pone el acento en el detalle, en ese maravilloso mundo cinegético al por menor.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Cuestionando las estrellas



Tengo para mí que esto de la perdigonada de las escopetas de caza tiene tantas variables como estrellas el firmamento, pues en la mayor o menor apertura de los disparos intervienen tantos factores que no es descabellado pensar en el azar como uno de ellos. En puridad, para su análisis deberíamos acudir a un método “ceteris paribus”, muy propio de los economistas, que para estudiar el efecto de una variable, han de mantener constantes las demás que intervienen en una determinada situación. Método engañoso donde los haya pues tanto en la economía, como en los disparos de las escopetas de caza o tiro, intervienen tantas variables de manera simultánea que volverían loco al matemático más ducho en resolver ecuaciones de muchas incógnitas.

martes, 3 de noviembre de 2015

Primeras jornadas, primeras impresiones



 Tras las primeras salidas al campo, uno está en condiciones de sacar las primeras conclusiones de lo que puede dar de sí esta temporada. En mi bola de adivino claramente veo que será un mal año de perdiz y que,  una vez más, más de un día acabaremos acudiendo a ese sucedáneo emplumado que se compra a tanto el ejemplar. Quiero pensar que con las perdices no me sucederá lo mismo que con las truchas, que de tanto pescar truchas adocenadas y sin pintas rojas, le perdí el gusto a la pesca y a la delicia de soledad que es manejar la cucharilla en las aguas limpias de un río truchero.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

La ilusión recurrente.



 Si una muesca faltaba en mi revólver de cazador, es la que se hace cuando consigues sacar adelante una camada de tu mejor perra de caza. Por distintas circunstancias no he podido cruzar las perras que hasta ahora he tenido pero, por fin, Júpiter y Saturno se han alineado y  esta primavera me ha traído una de las mejores manzanas que un cazador puede morder: cuatro cachorros: tres hembras y un macho, que salieron del vientre fecundo de mi Pepa, una podenca completísima que me regaló mi amigo Manuel Pedrosa.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

De caza con Idéfix



Ser perro en una aldea gala no es tarea fácil, al menos en los tiempos que corren, que los romanos han conquistado toda la Galia menos nuestro pueblo y están como locos por flamear su SPQR en la tienda de Abraracúrcix, que es el jefe de la aldea. Aunque supongo que de todos es conocida, mi historia es la de un perro en una aldea gala en el año 50 a.c.; mi dueño, Obelix, es un repartidor de menhires que de pequeño se cayó en la marmita donde Panorámix, el venerable druida, preparaba la celebérrima pócima que concede a los de mi aldea una fuerza sobrenatural; y claro, lleva los menhires como si fueran cacahuetes y para cazar los jabalíes que tanto le gustan, no necesita más perros de agarre que sus propias manos, que los pobres ni chistan cuando les echa mano a la garganta.