Si una muesca faltaba en mi
revólver de cazador, es la que se hace cuando consigues sacar adelante una
camada de tu mejor perra de caza. Por distintas circunstancias no he podido
cruzar las perras que hasta ahora he tenido pero, por fin, Júpiter y Saturno se
han alineado y esta primavera me ha
traído una de las mejores manzanas que un cazador puede morder: cuatro
cachorros: tres hembras y un macho, que salieron del vientre fecundo de mi
Pepa, una podenca completísima que me regaló mi amigo Manuel Pedrosa.
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Pepa, a orillas del Mediterráneo |
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Timo |
Allá por marzo, a Pepa la cubrió
Timo, un macho de mi primo Miguel Ángel. Timo es enjuto de carnes, como
amojamado, por ser de poco comer y mucho correr; en sus hechuras hay mucho de
escoplo pues cada músculo se le marca como si estuviera tallado a buril y el
conjunto de pecho, aplomos, cuello y cabeza mantiene una preciosa armonía de
formas. Timo es un perro generoso de inteligencia y con un cazar más escopetero
que el de mi Pepa, un levantador puro, muy picado a perdices y codornices, y
que cuenta con un cobro excepcional. En él he buscado un perro escopetero, corto
de latido, obediente y con un buen cobro, por ver si en su descendencia se
atempera un poco el exceso de pasión que a veces gasta mi Pepa; todo ello, sin
que los cachorros pierdan un ápice de la afición y de la inteligencia que ambos
progenitores tienen. Mucho pedir es, lo sé.
De esos cuatro cachorros, dos
hembras están ya en casa de dos grandes amigos; el macho, con mi primo Miguel
Ángel; y la cuarta, Tiza, que ya anda en los cuatro meses, va rompiendo
zapatillas y haciendo agujeros en el jardín de mi casa. De las condiciones de
Tiza como cazadora poco puedo decir de momento, pues todavía no ha corrido un
conejo ni levantado una codorniz. No tengo prisa, sé que eso llegará muy
pronto. No entiendo el afán de muchos podenqueros por alardear de la precocidad
de sus cachorros, un podenco no tiene por qué ser mejor que otro por el mero
hecho de correr, a los dos meses de edad, tras un par de conejos en un picadero.
Los perros, para que salgan buenos, tienen que tener buena sangre en sus venas,
mucho contacto con su dueño y mucho campo y caza. Las “Cuatro Ces” de las que
habla Manuel Pedrosa: Casta, Cariño,
Campo y Caza.
Tiza, además de una morfología muy buena, es
extraordinariamente inteligente y tengo para mí que es más pausada que su
madre, más reflexiva y, sobre todo, más obediente. Eso es algo que agradezco
profundamente pues Pepa tiene casi más de zorro que de perra y su “doma” no ha
sido en absoluto tarea fácil. Claro que también puede ser que el que haya
aprendido a domar haya sido yo, que los podencos tienen sus propias claves de
adiestramiento y uno, con el tiempo, comienza a “apodencarse” a la hora de
trasladar a estos maravillosos perros lo que se espera de ellos.
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Tiza |
En apenas diez días, el semáforo
de la caza pondrá su luz en verde. Será el momento para que Tiza descubra por
sí misma ese maravilloso atavismo que es cazar, un mandato genético e
ineludible (y sin vuelta atrás ) que descubrirá tras latir su primer conejo en
carrera.
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