A Vito, con cariño
En 1.999 David Lynch dirigió “The
straight story”, una magnífica película burdamente traducida al español como
“Una historia verdadera” por la – imagino- estúpida razón de estar basada en un
hecho real ocurrido en 1.994, cuando Alvin Straight, con setenta y tres años, se
entera de que su hermano está gravemente enfermo y decide ir a verle desde Iowa
a Wisconsin subido a su vieja segadora John Deere. Un trayecto de cientos de
kilómetros que tardó más de seis semanas en realizar.
En el año 2.007, Vito, con
ochenta y tres años, recorrió un domingo de octubre los trescientos y pico
kilómetros que median entre Zamora y Villacastín (Segovia) a lomos de su viejo
SEAT 124, para cazar en mano con sus amigos y después volver a su pueblo, en
Zamora. Aquel día cazaron un conejo albino.
Para mayor mérito, Vito lleva sus
ochenta y tres años de una sola mano, que la otra le falta desde hace tanto,
que ya es más que diestro en el arte de manejarse sólo con la mano izquierda; y
a la hora de cazar, le vale el antebrazo para correrle la mano a las perdices
que vienen voladas y a las liebres que van largas.
A Vito las carnes le pesan tan
poco como los años, pues las lleva bien pegadas a los huesos; sus pies tienen
una tesis doctoral en barros y en las pinchas de las aulagas y sus piernas
aguantan mejor una mano a las perdices que una hora en la sala de espera de un
Centro de Salud. Ese cazador excepcional está hecho de fibra y carácter, cosa
que ayuda mucho a la hora de espantar achaques. Vito es un referente para todos
los que queremos seguir en esto sin mirarle la fecha de caducidad a las
etiquetas que la sociedad impone a los jubilados.
Como le sucediera a Alvin
Straight al enterarse de la enfermedad de su hermano, Vito recibe cada domingo una convocatoria
inaplazable que le nace del estómago y
contra la que ni siquiera la vejez tiene argumentos, pues esos llamados atávicos
no saben ni de prórrogas ni de excusas.
Y Vito arranca el viejo Seat 124 como si fuera una segadora John Deere.
Alvin y Vito saben que la distancia es sobre todo cuestión de tiempo y éste, en
la vejez, toma un cuerpo donde las
prisas no tienen sitio. Su viaje es un pase de pecho a la velocidad del siglo
de Internet que a todos nos lleva absurdamente a contrarreloj. Su tenacidad, una
lección impagable para todos los que pretendemos deshojar la margarita con la
intención de quedarnos con los dos o tres pétalos que realmente merecen la pena.
A estos dos pájaros del mismo
tiro les mueve la indestructible convicción de saber que eso es lo que se
quiere hacer y lo que se termina haciendo, por mucho que el sentido común – por
vulgar y ramplón- arquee su ceja. Algo así es tan insólito como matar un conejo
albino en Segovia. Y, sin embargo, milagrosamente ocurre. Gracias, Vito.
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