No importa los años que llevemos
en esto, cualquier cazador duerme poco o nada el primer día de la temporada de
caza. A mí me ocurre especialmente el
primer día de caza de la codorniz. Poco
importa que hoy en día apenas queden codornices en nuestros campos, que las
perchas hayan pasado del exceso al defecto; que todo le sea contrario a esta
pequeña gallinácea que es capaz de hacer miles de kilómetros con la terquedad
de quien cumple un mandato atávico. El primer día de la temporada no duermo.