Si uno entiende bien el paso de
los años, termina aprendiendo a sacarle la savia a algunos momentos que antes
pasaban desapercibidos. La caza, en esto, no es una excepción. Pasadas las primeras
fiebres que exigían un tratamiento a base de muchos tiros y mucha carne muerta;
algunos cazadores, entre los que creo encontrarme, alcanzan un estado de calma
cinegética, de no demanda de una contraprestación abultada en el morral. En esta
fase, se pone el acento en el detalle, en ese maravilloso mundo cinegético al
por menor.
En la caza hay " estratagemas, astucias, insidias, para vencer a su salvo al enemigo; padécense en ella fríos grandísimos y calores intolerables; menoscábase el ocio y el sueño, corrobóranse las fuerzas, agilítanse los miembros del que la usa, y, en resolución, es ejercicio que se puede hacer sin perjuicio de nadie y con gusto de muchos" El Quijote (Capítulo XXXIII)
martes, 17 de noviembre de 2015
viernes, 13 de noviembre de 2015
Cuestionando las estrellas
Tengo para mí que esto de la perdigonada
de las escopetas de caza tiene tantas variables como estrellas el firmamento,
pues en la mayor o menor apertura de los disparos intervienen tantos factores
que no es descabellado pensar en el azar como uno de ellos. En puridad, para su
análisis deberíamos acudir a un método “ceteris paribus”, muy propio de los
economistas, que para estudiar el efecto de una variable, han de mantener
constantes las demás que intervienen en una determinada situación. Método
engañoso donde los haya pues tanto en la economía, como en los disparos de las
escopetas de caza o tiro, intervienen tantas variables de manera simultánea que
volverían loco al matemático más ducho en resolver ecuaciones de muchas
incógnitas.
martes, 3 de noviembre de 2015
Primeras jornadas, primeras impresiones
Tras las primeras salidas al
campo, uno está en condiciones de sacar las primeras conclusiones de lo que
puede dar de sí esta temporada. En mi bola de adivino claramente veo que será
un mal año de perdiz y que, una vez más,
más de un día acabaremos acudiendo a ese sucedáneo emplumado que se compra a
tanto el ejemplar. Quiero pensar que con las perdices no me sucederá lo mismo que
con las truchas, que de tanto pescar truchas adocenadas y sin pintas rojas, le
perdí el gusto a la pesca y a la delicia de soledad que es manejar la
cucharilla en las aguas limpias de un río truchero.
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